DIA DEL CAMPESINADO CUBANO.
Durante los gobiernos de la seudorrepública las libertades y los derechos humanos que disfrutaban los ricos y poderosos les permitían a un terrateniente como Lino Mancebo asesinar impunemente a un humilde campesino, quien solo quería cultiva una pequeña parcela de tierra para alimentar a sus cinco pequeños hijos.
Así fue como ocurrió la brutal muerte de Niceto Pérez el 17 de mayo de 1946, pero ese crimen elevó el grado de conciencia en las masas campesinas ante la necesidad de hacer una verdadera revolución que acabar para siempre con esos abusos.
Campesinos, obreros y estudiantes, conmovidos ante el vil asesinato, tomaron entonces el 17 de mayo como bandera de lucha del campesinado cubano.
Esa identificación se reafirma aún más, cuando una década después los campesinos apoyaron al Ejército Rebelde, y en el primer año de la Revolución se escogió la luctuosa fecha para firmar la Ley de Reforma Agraria declarándose desde entonces, el Día del Campesino.
El 17 de mayo se fundó, asimismo, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y el nombre de aquel sencillo hombre del campo hoy resuena en los oídos de viejas y nuevas generaciones, porque está impreso en las cooperativas de producción Agropecuarias, en las de créditos y servicios y en otras muchas instituciones campesinas, pueblos y zonas rurales.
Por eso es bueno contarles a los pinos nuevos la forma en que el Virrey de la Maya, como le llamaban a Lino Macebo, trataba de desalojar a los campesinos de las tierras realengas de El Vínculo, en Guantánamo.
Varias fueron las ocasiones en que la Guardia Rural, acompañada de matones pagados por el terrateniente, visitaron la finquita de Niceto Pérez, tratando de intimidarlo para que abandonara la minúscula parcela, que le servia como único sustento familiar.
Cuando no les surtió efecto la primera amenaza de matarlo si no abandonaba la finca, trataron de convencerlo invitándolo a conversar con Mancebo; frente al Virrey de La Maya sostuvo su valiente postura de no abandonar la tierra, entonces el irritado geófago trató de agredirlo con una pesa.
Durante varios días dejaron tranquilo a Niceto, tiempo en que el Secretario de la Asociación Campesina de El Vínculo se dirigió al Ministro de Gobernación para comunicarle lo ocurrido y demandar garantías para su vida. El telegrama seguramente fue a parar al cesto de la basura de ese Ministro.
Volvieron los matones a la finca un día en que no estaba Niceto y le destruyeron las siembras y le robaron cosechas. También le dijeron a su esposa que lo machetearían igual que le hicieron a sus plantaciones.
Al amanecer del 17 de mayo, Niceto y dos de sus hijos mayores se dirigieron a recoger algunas viandas, labor en que le acompañaba un vecino llamado Juan Martínez, quien al relatar lo sucesos, dijo: “Yo estaba algo apartado ayudando a Niceto a recoger las vianda, cuando escuché que decían: ¡oye Niceto!, enseguida sentí un disparo y una voz que insistía en que le tirara también a los muchachitos, pero otra voz solicitaba que no se hiciera. Corrí al lugar y me enfrenté a los rurales y sus acompañantes, pero me amenazaron con matarme a mi también si seguía hablando.
Agrega el testigo del crimen: “Tabaleándose, arrojando sangre caminaba Niceto en dirección de su casa, a la vez que decía: ¡Los rurales, Pucho Mancebo (hijo del terrateniente) y Coque, el mayoral, me acaban de matar!. No llegó a su bohío, cayó a los pocos metros, lo cargué, 10 minutos después murió.
La indignación campesina corrió como un eco por las montañas, y cientos de esos humildes agricultores bajaron a Guantánamo para asistir a su entierro. Clamaba porque se hiciera justicia o la haría ellos mismos.
Hubo que esperar 13 años para que la Revolución barriera para siempre con todos aqullos atropellos, pues algunos más caerían en el camino, destacándose, entre otros, las figuras de Sabino Pupo y Gabriel Valiente, campesinos que tampoco se dejaron intimidar por los terratenientes que se amparaban en los gobiernos de turno.
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