CINCUENTA ANIVERSARIO DE LA ANAP

Hace más de medio siglo el azote del hambre, del plan de machete y la incertidumbre del desalojo, de la quema de los sembradíos eran amenazas sobre la familia campesina, pero llegaron aquellos hombres barbudos, vestidos de verde olivo, cuando ya estaba a las puertas la Revolución y en el bravo Oriente cubano de territorio libre, empezaron a entregar las tierras a los que como la laboraban con amor y pertenencia.
Años más tarde, en la rebelde isla se acababa el latifundio y las fincas se entregaron a sus verdaderos dueños, los que aprovecharon cada palmo de tierra para plantar su bohío de guano, tablas de palma y piso de ceniza y ver crecer su conuco como la esperanza.
Las cooperativas, la electrificación, la escuela, el médico y la bodega llegaron a las más lejanas comunidades, caminos que serpenteaban montañas, muchachos con instrumentos musicales y otros medios para enseñar y hacer arte se enrolaron en la vida del campesino.
¡Qué diferencia!, en los tristes años de desesperanzas, solo se escudriñaba el trillo para alertar la cercanía de la guardia rural que a golpe de plan de machete tiraba al camino real a la numerosa prole, ahora se avizora la llegada de otra tropa, de caras alegres, vestidos con los colores de la vida.
Hace medio siglo, nació la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, ahora con el reto de virarse para el campo y hacer parir la tierra, esa que premia el esfuerzo y el desvelo con cosechas de productos, que garantizan la seguridad nacional.
El guiro, el tres, las claves y las maracas suenan hoy en cada cooperativa, la voz del poeta se levanta como himno y el trino del sinsonte acompaña la tonada, la fiesta comenzó desde la noche anterior,
El campesino avileño, fraguado en el combate diario contra la sequía, los ciclones y el férreo bloqueo, afila el machete y la guataca y desbroza con energía y coraje la fértil tierra que ahora y para siempre les pertenece, porque aquellos barbudos hicieron la maravilla de la Revolución.